Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100318
Legislatura: 1893
Sesión: 4 de Abril de 1894
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 91, 1651-1653
Tema: Crisis ministerial

PRESIDENCIA DEL CONSEJO DE MINISTROS. Excelentísimos señores: S.M. el Rey (Q.D.G.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, se ha servido expedir el Real decreto siguiente:

?Oído mi Consejo de Ministros, y usando de la prerrogativa que me compete por los artículos 20 y 22 de la Constitución de la Monarquía; en nombre de mi augusto hijo el rey Don Alfonso XIII, y como Reina Regente del Reino, vengo en nombrar Senador vitalicio, como comprendido en el párrafo tercero del último de dichos artículos, a D. José Chinchilla y Díaz de Oñate, en la vacante producida por fallecimiento de D. Francisco Javier Caro y Cárdenas.

Dado en Palacio a 30 de Marzo de 1874. María Cristina. El Presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta.

Lo que dé orden de S. M. tengo la honra de trasladar a V. EE. Para su conocimiento y el de ese alto Cuerpo Colegislador. Dios guarde a V. EE. Muchos años. Madrid 30 de Marzo de 1894. Práxedes Mateo Sagasta. Excmos. Sres. Senadores Secretarios del Senado. ?

PRESIDENCIA DEL CONSEJO DE MINISTROS. Excelentísimos señores: S.M. el Rey (Q.D.G.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, se ha servido expedir el Real decreto siguiente:

?Oído mi Consejo de Ministros, y usando de la prerrogativa que me compete por los artículos 20 y 22 de la Constitución de la Monarquía; en nombre de mi augusto hijo el rey Don Alfonso XIII, y como Reina Regente del Reino, vengo en nombrar Senador vitalicio, como comprendido en el párrafo segundo del último de dichos artículos, a D. Manuel de la Torre Ortiz y Gil, en la vacante producida por fallecimiento a D. Gregorio Alcalá Zamora.

Dado en Palacio a 30 de Marzo de 1874. María Cristina. El Presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta.

Lo que dé orden de S. M. tengo la honra de trasladar a V. EE. Para su conocimiento y el de ese alto Cuerpo Colegislador. Dios guarde a V. EE. Muchos años. Madrid 30 de Marzo de 1894. Práxedes Mateo Sagasta. Excmos. Sres. Senadores Secretarios del Senado. ?

PRESIDENCIA DEL CONSEJO DE MINISTROS. Excelentísimos señores: S.M. el Rey (Q.D.G.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, se ha servido expedir el Real decreto siguiente:

?Oído mi Consejo de Ministros, y usando de la prerrogativa que me compete por los artículos 20 y 22 de la Constitución de la Monarquía; en nombre de mi augusto hijo el rey Don Alfonso XIII, y como Reina Regente del Reino, vengo en nombrar Senador vitalicio, como comprendido en el párrafo undécimo del último de dichos artículos, a D. Francisco Moncasi y Castel, en la vacante producida por fallecimiento de D. José Antonio Azlor de Aragón, Conde del Real.?

Dado en Palacio a 30 de Marzo de 1874. María Cristina. El Presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta.

Lo que dé orden de S. M. tengo la honra de trasladar a V. EE. Para su conocimiento y el de ese alto Cuerpo Colegislador. Dios guarde a V. EE. Muchos años. Madrid 30 de Marzo de 1894. Práxedes Mateo Sagasta. Excmos. Sres. Senadores Secretarios del Senado. ?

PRESIDENCIA DEL CONSEJO DE MINISTROS. Excelentísimos señores: S.M. el Rey (Q.D.G.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, se ha servido expedir el Real decreto siguiente:

?Oído mi Consejo de Ministros, y usando de la prerrogativa que me compete por los artículos 20 y 22 de la Constitución de la Monarquía; en nombre de mi augusto hijo el rey Don Alfonso XIII, y como Reina Regente del Reino, vengo en nombrar Senador vitalicio, como comprendido en el párrafo duodécimo del último de dichos artículos, a D. Félix García Gómez de la Serna, en la vacante producida por fallecimiento de D. José Hurtado de Zaldívar y Fernández de Villavicencio, Conde de Zaldívar.

Dado en Palacio a 30 de Marzo de 1874. María Cristina. El Presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta.

Lo que dé orden de S. M. tengo la honra de trasladar a V. EE. Para su conocimiento y el de ese alto Cuerpo Colegislador. Dios guarde a V. EE. Muchos años. Madrid 30 de Marzo de 1894. Práxedes Mateo Sagasta. Excmos. Sres. Senadores Secretarios del Senado. ?

PRESIDENCIA DEL CONSEJO DE MINISTROS. Excelentísimos señores: S.M. el Rey (Q.D.G.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, se ha servido expedir el Real decreto siguiente: [1651]

?Oído mi Consejo de Ministros, y usando de la prerrogativa que me compete por los artículos 20 y 22 de la Constitución de la Monarquía; en nombre de mi augusto hijo el rey Don Alfonso XIII, y como Reina Regente del Reino, vengo en nombrar Senador vitalicio, como comprendido en el párrafo segundo del último de dichos artículos, a D. Bernardo Portuondo y Barceló, en la vacante producida por fallecimiento de D. Francisco Alonso Rubio.

Dado en Palacio a 30 de Marzo de 1874. María Cristina. El Presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta.

Lo que dé orden de S. M. tengo la honra de trasladar a V. EE. Para su conocimiento y el de ese alto Cuerpo Colegislador. Dios guarde a V. EE. Muchos años. Madrid 30 de Marzo de 1894. Práxedes Mateo Sagasta. Excmos. Sres. Senadores Secretarios del Senado. ?

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Señores Senadores, al reanudarse las sesiones de las Cortes después de un tan largo interregno parlamentario, vengo a cumplir con mucho gusto el que yo considero mi primer deber, de presentar a los Cuerpos Colegisladores al nuevo Gobierno, como resultado de la última crisis ministerial.

El Gabinete anterior hubo de creer que antes de acordar la reunión de las Cortes debía examinar y resolver todas aquellas cuestiones que pudieran ser objeto de debate en el Parlamento. Así lo hizo, y conformes todos los Ministros en absoluto en el fondo, en la esencia y en el espíritu de todas ellas, no lo estuvieron tanto respecto de algunas en cuanto al procedimiento que debiera seguirse y en cuanto al momento oportuno para resolverlas.

Estas pequeñas diferencias, que pueden existir y existen siempre en toda colectividad y en todo partido, sin inconveniente alguno, sin afectar en nada a su unidad, pueden, dentro de un Ministerio, producir vacilaciones en sus acuerdos, lentitud en sus procedimientos, y, en último resultado, perturbación en la marcha del Gobierno, y algunos de mis dignos compañeros, en el deseo de evitar todo entorpecimiento en la expedita marcha del Gabinete, ofrecieron sus dimisiones.

No debo ocultar que en aquella resolución de mis queridos compañeros influyó no poco la idea, en mi opinión equivocada, de que quince meses de una lucha incesante con intereses encontrados les había creado ciertos resentimientos y cierta animosidad que podrían contrariar la solución de aquellos mismos problemas, que otros hombres del partido liberal que no habían tenido que sostener tan tenaz lucha, pudieran fácilmente ultimar.

La importancia de los Ministros dimisionarios tanto dentro del Gobierno como del partido a que pertenecen, y al mismo tiempo el deseo en todos de facilitar una solución que diera al Gabinete aquella unidad absoluta en todo lo que es indispensable para la marcha expedita de los negocios públicos, impulsaron a los demás Consejeros de la Corona a presentar también su dimisión.

Se generalizó así la crisis, a pesar de mis grandes esfuerzos para evitarla y a pesar de mi deseo de que el Ministerio, tal como estaba constituido, se presentara a las Cortes a responder de sus actos en el interregno parlamentario, sin prejuicio de dilucidar después pequeñas diferencias, verdaderamente pasajeras y momentáneas porque en los asuntos de gobierno la ocasión y el procedimiento más dependen de las circunstancias del momento que de la voluntad de los gobernantes. Pero mis esfuerzos fueron inútiles y todos los Ministros insistieron en sus dimisiones.

Así las cosas, tuve la honra de conferenciar con S. M. la Reina y S. M. me encargó que, insistiendo de nuevo con mis dignos compañeros, procurara, en cuanto me fuera posible, evitar la crisis; pero que si no me era posible, reorganizara el Ministerio en la forma que creyera conveniente a los intereses de gobierno. No me fue posible evitar la crisis y, cumpliendo el mandato de S. M., ofrecí a su Real aprobación el Ministerio tal y como hoy está constituido y tal como tengo el honor de presentarlo a la Cámara, sin necesidad de hacerlo individualmente de cada uno de los señores que le componen, porque todos son conocidos de los Sres. Senadores. El Senado notará la falta entre nosotros del Ministro de Fomento, Sr. Groizard: está retenido por acerbo dolor en la expectativa o ante el peligro de una desgracia irreparable.

Claro es, Sres. Senadores, que siendo los Ministros entrantes, como los salientes, individuos del partido liberal, y habiendo aceptado los unos y los otros el programa de este partido, la política de este Ministerio no puede ser otra que la del anterior: en lo político, el afianzamiento de todas las libertades consignadas ya en nuestras leyes y la sinceridad completa en el ejercicio de todo derecho, lo mismo de parte de gobernantes que de gobernados, y, a ser posible, más de parte de aquéllos que de éstos; en lo económico-administrativo, la mejora de la administración en sus diversos ramos y la más pronta nivelación de los presupuestos, sin olvidar ninguna aspiración legítima, sin desatender ninguna verdadera necesidad, sin perjudicar ningún servicio; antes al contrario, procurando la mejora de todos, y muy especialmente de aquéllos que se refieren a la paz pública, a la integridad de nuestro territorio, a la defensa del orden social y al crédito de la Nación.

Pues bien; siendo la política de este Ministerio la misma que la del anterior, he de esperar encontrar para él el apoyo que obtuve para el Gobierno precedente, y que los liberales todos, en interés de su propio partido, y especialmente en interés del país, han de contribuir a la resolución del programa político, que no ofreció menos dificultades de las que hasta aquí ha ofrecido el programa económico y que pueda ofrecer en adelante.

Ya sabe el Gobierno que para ello hay que imponerse duros sacrificios; ya sabe que el problema [1652] es difícil y que para resolverlo bien se necesita el concurso de todos; sabe también que los que intentan empresa tan extraordinaria, que los que tienen que lastimar y sacrificar intereses locales o regionales más o menos legítimos, aunque sea en aras de los intereses permanentes y sagrados de la sociedad, de las instituciones y de la Patria; que los que tal empresa acometen, digo, se gastan y se quebrantan; pero éste es el sacrificio que los hombres públicos, los Gobiernos y los partidos deben al país. Esos sacrificios hay que hacerlos, en la seguridad de que si no los hacemos hoy, que pudieran ser remedio eficaz a nuestros males, habrá quizás que hacerlos mañana con cres, pero tal vez estérilmente, porque siendo tarde para todo remedio, el mal se haya hecho incurable y sea segura la catástrofe.

Señores Senadores, los tiempos que corren aquí y en todas partes son difíciles para los Gobiernos, y en medio de las dificultades que ha de encontrar el Gobierno español, como encuentran todos los Gobiernos, ha de resolver los grandes problemas que ya tiene planteados, de los cuales puede depender, y ha de depender seguramente, la normalidad y el desahogo sin los que es imposible que acometamos nuevas empresas, y más imposible todavía que intentemos recuperar aquel preeminente puesto que allá en su día la Nación española ocupó entre todas las Naciones de la tierra.

Pues bien, Sres. Senadores; el Gobierno, para resolver estos grandes problemas en medio de las dificultades que le rodean, cuenta con voluntad y con brío; pero necesita además el apoyo de sus amigos y la templanza y moderación de sus adversarios: pedimos, pues, el apoyo de nuestros amigos en nombre del partido liberal, y pedimos la moderación y la templanza de nuestros adversarios en nombre del patriotismo. He dicho.  



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